Una vez vivía un demonio que tenía una dieta peculiar: se alimentaba del enfado de los demás. Como su campo para comer era el mundo humano, para él no había falta de alimento. Enseguida se dió cuenta de que era bastante fácil provocar disputas familiares o incluso el odio nacional y racial. Incluso el hacer estallar una guerra no era algo muy difícil para él. Y en donde fuera que tuviese éxito en causar una guerra, entonces ya se podía pegar un atracón sin demasiado esfuerzo adicional, porque cuando comienza una guerra el odio se multiplica por sí sólo y afecta incluso a gente que normalmente son amigables. De manera que el suministro de comida creció tanto que a menudo debía refrenarse de pegarse un atracón. Se mostraba más que contento de ir pegando algunos bocados de resentimiento cuando quería y que encontraba por todas partes.
Pero como a menudo pasa con la gente que suele tener éxito, se volvió mas bien un adicto. Un día que estaba aburrido pensó: “¿No debería intentar esto con los dioses?”. Reflexionó y escogió el cielo de los 33 dioses, gobernado por Sakka, el señor de los dioses. El demonió sabía que sólo unos pocos de esos dioses habian eliminado completamente las impurezas de la mala voluntad y la aversión, mientras que el resto todavía mantenían pequeñas riñas insignificantes. Así que por medio de un poder mágico se transfirió él mismo a ese reino celestial. Y con bastante suerte, ya que Sakka, el divino rey, estaba ausente. No había nadie en el gran salón de audiencias, así que sin pensárselo mucho se sentó en el trono vacío de Sakka esperando tranquilamente a que las cosas ocurrieran. Cosas que le proporcionarían un buen festín.
Pronto algunos de los dioses llegaron al salón y no podían creer lo que sus divinos ojos les mostraban al ver a ese horrible demonio sentado en el trono, rechoncho y sonriente. Habiéndose recuperado del shock, empezaron a lamentarse y a gritarle: “¡Horrible demonio! ¿Cómo te atreves a sentarte en el trono de nuestro señor?. ¡Que tremendo descaro!. ¡Vaya crímen!. Serás arrojado de cabeza hacia el infierno dentro de una caldera hirviendo!.¡Serás troceado vivo!. ¡Vete, vete!”
Pero mientras el enfado de los dioses crecía más y más, el demonio estaba muy satisfecho, ya que iba creciendo en tamaño por momentos, en fuerza y en poder. El enfado que absorbía dentro de su sistema empezaba a rezumar como un humo rojo resplandeciente. Y esta aura maléfica mantenía a distancia a los dioses y hacía que su esplendor disminuyera.
Súbitamente, un brillante resplandor apareció al otro de la sala, y creció en una deslumbrante luz de la cual emergió Sakka, el Rey de los dioses. Sakka, quien ya había entrado de manera irreversible en el sendero que conduce al Nibbana, permanecía tranquilo por lo que estaba viendo. La pantalla de humo creada por el enfado de los dioses se esfumó mientras se acercaba lenta y educadamente al usurpador de su trono. “Bienvenido amigo!. Por favor permanece sentado, yo puedo usar otra silla. ¿Puedo ofrecerte alguna bebida de hospitalildad?. Nuestra Amrita de este año no está nada mal… ¿O quizás prefieres una bebida más fuerte, como el soma védico?.”
Mientras Sakka decía esas amables palabras el demonio rápidamente se empezó a transformar en un tamaño diminuto, hasta que finalmente desapareció dejando tras de sí un rastro de humo maloliente que pronto se disolvió.
La moraleja de esta historia nos retrotrae a los discursos del Buda. Pero incluso ahora, 2.500 años después, parece como si nuestro mundo estuviera asolado por grandes hordas de demonios devoradores de cólera, y la estuvieran cazando y se mantuvieran bien alimentados por millones de esclavos suyos sobre la tierra. Fuegos de odio y enormes olas de violencia amenazan con engullir a la humanidad. También las raices de la hierba del campo de la humanidad están envenenadas por el conflicto y la discordia, manifestandose en pensamientos y palabras de cólera y en violentos deseos. ¿No es tiempo ya de de acabar con esta esclavitud autodestructiva respecto a los impulsos de odio y agresión que sólo sirven a fuerzas demoníacas?. Nuestro relato nos dice como esos demonios del odio pueden ser exorcizados por el poder del amor y la amabilidad. Si este poder del amor puede ser probado y comprobado en el nivel de las ráices de la hierba, en la amplia red de las relaciones sociales, en la sociedad en su conjunto, entonces también el mundo en su conjunto no permanecerá ajeno a él.
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Tomado de una antigua historia budista, por Nyanaponika Thera
Ven. K. Piyatissa Thera. Retold from an ancient Buddhist Story, by Nyanaponika Thera.
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